viernes, 11 de junio de 2010

Tiempos de atraco, tiempos de robo.

“No te deberías quejar, por lo menos tienes trabajo”.

La frase orbita mis tímpanos a diario con la torpe insistencia de un perro en celo. Pero aún resisto al baño de las olas de resignación, ese suicidio cotidiano sobre el que todos tratamos de surfear a ratos.
Cinco latidos de admiración y un puñado de poros inundados.
Impávida escuchaba la determinación de aquel hombre a renunciar al empleo que amenazaba en convertirle en apéndice de su monotonía.
Coraje escaso en estos tiempos.
La aventura de lo inédito frente a la mediocre seguridad de lo conocido.
La revancha de Eros contra Tánathos, una vez mas...


Nuestros abuelos postizos en sus años mozos, pelearon por un mundo de libertades y
riquezas para todxs, y a pesar de la espalda oscurecida por aquellos que lo intentaron, aun
hoy, el mundo nuevo que habita en sus corazones excluye la presencia del marcapasos.
Lo sabes,¿verdad?
Nuestra convicción, en cambio, exhibe una gran tapa amarilla.
En esto se equivocaron quienes veían al final del camino, la felicidad como diploma de grado para la humanidad.
La brega colectiva de ahora es por un puesto de trabajo, un lugar en la cola que nos permita extender la mano cada dos semanas.

Que lo urgente de sobrevivir, mata lo importante: la savia del vivir.






“Si el trabajo fuese cosa buena, los ricos lo guardarían para ellos solos”
Calcomanía anarquista europea

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